viernes, 16 de septiembre de 2011

Cuentos

El hijo
Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.
Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.
—Ten cuidado, chiquito —dice a su hijo; abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su hijo comprende perfectamente.
—Si, papá —responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa, que cierra con cuidado.
—Vuelve a la hora de almorzar —observa aún el padre.
—Sí, papá —repite el chico.
Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa en la cabeza y parte.
Su padre lo sigue un rato con los ojos y vuelve a su quehacer de ese día, feliz con la alegría de su pequeño.
Sabe que su hijo es educado desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino trece años. Y parecía tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules, frescos aún de sorpresa infantil.
No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente la marcha de su hijo.
Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo.
Para cazar en el monte —caza de pelo— se requiere más paciencia de la que su cachorro puede rendir. Después de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde de cactus hasta el bañado, en procura de palomas, tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan ha descubierto días anteriores.
Sólo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión cinegética de las dos criaturas. Cazan sólo a veces un yacútoro, un surucuá —menos aún— y regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil de nueve milímetros que él le ha regalado, y su hijo a la meseta con la gran escopeta Saint-Étienne, calibre 16, cuádruple cierre y pólvora blanca.
Él fue lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora y el padre sonríe...
No es fácil, sin embargo, para un padre viudo, sin otra fe ni esperanza que la vida de su hijo, educarlo como lo ha hecho él, libre en su corto radio de acción, seguro de sus pequeños pies y manos desde que tenía cuatro años, consciente de la inmensidad de ciertos peligros y de la escasez de sus propias fuerzas.
Ese padre ha debido luchar fuertemente contra lo que él considera su egoísmo. ¡Tan fácilmente una criatura calcula mal, sienta un pie en el vacío y se pierde un hijo!
El peligro subsiste siempre para el hombre en cualquier edad; pero su amenaza amengua si desde pequeño se acostumbra a no contar sino con sus propias fuerzas.
De este modo ha educado el padre a su hijo. Y para conseguirlo ha debido resistir no sólo a su corazón, sino a sus tormentos morales; porque ese padre, de estómago y vista débiles, sufre desde hace un tiempo de alucinaciones.
Ha visto, concretados en dolorosísima ilusión, recuerdos de una felicidad que no debía surgir más de la nada en que se recluyó. La imagen de su propio hijo no ha escapado a este tormento. Lo ha visto una vez rodar envuelto en sangre cuando el chico percutía en la morsa del taller una bala de parabellum, siendo así que lo que hacía era limar la hebilla de su cinturón de caza.
Horrible caso .. Pero hoy, con el ardiente y vital día de verano, cuyo amor a su hijo parece haber heredado, el padre se siente feliz, tranquilo, y seguro del porvenir.
En ese instante, no muy lejos suena un estampido.
—La Saint-Étienne... —piensa el padre al reconocer la detonación. Dos palomas de menos en el monte...
Sin prestar más atención al nimio acontecimiento, el hombre se abstrae de nuevo en su tarea.
El sol, ya muy alto, continúa ascendiendo. Adónde quiera que se mire —piedras, tierra, árboles—, el aire enrarecido como en un horno, vibra con el calor. Un profundo zumbido que llena el ser entero e impregna el ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical.
El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al monte.
Su hijo debía estar ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan el uno en el otro —el padre de sienes plateadas y la criatura de trece años—, no se engañan jamás. Cuando su hijo responde: "Sí, papá", hará lo que dice. Dijo que volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir.
Y no ha vuelto.
El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atención en su tarea. ¿Es tan fácil, tan fácil perder la noción de la hora dentro del monte, y sentarse un rato en el suelo mientras se descansa inmóvil..?
El tiempo ha pasado; son las doce y media. El padre sale de su taller, y al apoyar la mano en el banco de mecánica sube del fondo de su memoria el estallido de una bala de parabellum, e instantáneamente, por primera vez en las tres transcurridas, piensa que tras el estampido de la Saint-Étienne no ha oído nada más. No ha oído rodar el pedregullo bajo un paso conocido. Su hijo no ha vuelto y la naturaleza se halla detenida a la vera del bosque, esperándolo.
¡Oh! no son suficientes un carácter templado y una ciega confianza en la educación de un hijo para ahuyentar el espectro de la fatalidad que un padre de vista enferma ve alzarse desde la línea del monte. Distracción, olvido, demora fortuita: ninguno de estos nimios motivos que pueden retardar la llegada de su hijo halla cabida en aquel corazón.
Un tiro, un solo tiro ha sonado, y hace mucho. Tras él, el padre no ha oído un ruido, no ha visto un pájaro, no ha cruzado el abra una sola persona a anunciarle que al cruzar un alambrado, una gran desgracia...
La cabeza al aire y sin machete, el padre va. Corta el abra de espartillo, entra en el monte, costea la línea de cactus sin hallar el menor rastro de su hijo.
Pero la naturaleza prosigue detenida. Y cuando el padre ha recorrido las sendas de caza conocidas y ha explorado el bañado en vano, adquiere la seguridad de que cada paso que da en adelante lo lleva, fatal e inexorablemente, al cadáver de su hijo.
Ni un reproche que hacerse, es lamentable. Sólo la realidad fría terrible y consumada: ha muerto su hijo al cruzar un...
¡Pero dónde, en qué parte! ¡Hay tantos alambrados allí, y es tan, tan sucio el monte! ¡Oh, muy sucio ! Por poco que no se tenga cuidado al cruzar los hilos con la escopeta en la mano...
El padre sofoca un grito. Ha visto levantarse en el aire... ¡Oh, no es su hijo, no! Y vuelve a otro lado, y a otro y a otro...
Nada se ganaría con ver el color de su tez y la angustia de sus ojos. Ese hombre aún no ha llamado a su hijo. Aunque su corazón clama par él a gritos, su boca continúa muda. Sabe bien que el solo acto de pronunciar su nombre, de llamarlo en voz alta, será la confesión de su muerte.
—¡Chiquito! —se le escapa de pronto. Y si la voz de un hombre de carácter es capaz de llorar, tapémonos de misericordia los oídos ante la angustia que clama en aquella voz.
Nadie ni nada ha respondido. Por las picadas rojas de sol, envejecido en diez años, va el padre buscando a su hijo que acaba de morir.
—¡Hijito mío..! ¡Chiquito mío..! —clama en un diminutivo que se alza del fondo de sus entrañas.
Ya antes, en plena dicha y paz, ese padre ha sufrido la alucinación de su hijo rodando con la frente abierta por una bala al cromo níquel. Ahora, en cada rincón sombrío del bosque ve centellos de alambre; y al pie de un poste, con la escopeta descargada al lado, ve a su...
—¡Chiquito..! ¡Mi hijo!
Las fuerzas que permiten entregar un pobre padre alucinado a la mas atroz pesadilla tienen también un límite. Y el nuestro siente que las suyas se le escapan, cuando ve bruscamente desembocar de un pique lateral a su hijo.
A un chico de trece años bástale ver desde cincuenta metros la expresión de su padre sin machete dentro del monte para apresurar el paso con los ojos húmedos.
—Chiquito... —murmura el hombre. Y, exhausto se deja caer sentado en la arena albeante, rodeando con los brazos las piernas de su hijo.
La criatura, así ceñida, queda de pie; y como comprende el dolor de su padre, le acaricia despacio la cabeza:
—Pobre papá...
En fin, el tiempo ha pasado. Ya van a ser las tres..
Juntos ahora, padre e hijo emprenden el regreso a la casa.
—¿Cómo no te fijaste en el sol para saber la hora..? —murmura aún el primero.
—Me fijé, papá... Pero cuando iba a volver vi las garzas de Juan y las seguí...
—¡Lo que me has hecho pasar, chiquito!
—Piapiá... —murmura también el chico.
Después de un largo silencio:
—Y las garzas, ¿las mataste? —pregunta el padre.
—No.
Nimio detalle, después de todo. Bajo el cielo y el aire candentes, a la descubierta por el abra de espartillo, el hombre devuelve a casa con su hijo, sobre cuyos hombros, casi del alto de los suyos, lleva pasado su feliz brazo de padre. Regresa empapado de sudor, y aunque quebrantado de cuerpo y alma, sonríe de felicidad.
***
Sonríe de alucinada felicidad... Pues ese padre va solo.
A nadie ha encontrado, y su brazo se apoya en el vacío. Porque tras él, al pie de un poste y con las piernas en alto, enredadas en el alambre de púa, su hijo bienamado yace al sol, muerto desde las diez de la mañana.


El gato negro
[Cuento. Texto completo]
Edgar Allan Poe
No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales.
Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre.
Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato.
Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla.
Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle.
Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Plutón, sin embargo, conservé suficiente consideración como para abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad, empero, se agravaba -pues, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón, que ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor.
Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad.
Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo, no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de lo sucedido.
El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia. Una mañana, obrando a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol; lo ahorqué mientras las lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordimiento me apretaba el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque estaba seguro de que no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué porque sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más misericordioso y más terrible.
La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de: "¡Incendio!" Las cortinas de mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración mi mujer, un sirviente y yo. Todo quedó destruido. Mis bienes terrenales se perdieron y desde ese momento tuve que resignarme a la desesperanza.
No incurriré en la debilidad de establecer una relación de causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción. Pero estoy detallando una cadena de hechos y no quiero dejar ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio acudí a visitar las ruinas. Salvo una, las paredes se habían desplomado. La que quedaba en pie era un tabique divisorio de poco espesor, situado en el centro de la casa, y contra el cual se apoyaba antes la cabecera de mi lecho. El enlucido había quedado a salvo de la acción del fuego, cosa que atribuí a su reciente aplicación. Una densa muchedumbre habíase reunido frente a la pared y varias personas parecían examinar parte de la misma con gran atención y detalle. Las palabras "¡extraño!, ¡curioso!" y otras similares excitaron mi curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca superficie, grabada como un bajorrelieve, aparecía la imagen de un gigantesco gato. El contorno tenía una nitidez verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del pescuezo del animal.
Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla otra cosa- me sentí dominado por el asombro y el terror. Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al producirse la alarma del incendio, la multitud había invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga y tirar al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme en esa forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima de mi crueldad contra el enlucido recién aplicado, cuya cal, junto con la acción de las llamas y el amoniaco del cadáver, produjo la imagen que acababa de ver.
Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que no mi conciencia, sobre el extraño episodio, lo ocurrido impresionó profundamente mi imaginación. Durante muchos meses no pude librarme del fantasma del gato, y en todo ese tiempo dominó mi espíritu un sentimiento informe que se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros que habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar.
Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato negro muy grande, tan grande como Plutón y absolutamente igual a éste, salvo un detalle. Plutón no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba una vasta aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el pecho.
Al sentirse acariciado se enderezó prontamente, ronroneando con fuerza, se frotó contra mi mano y pareció encantado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar el animal que precisamente andaba buscando. De inmediato, propuse su compra al tabernero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni sabía nada de él.
Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para inclinarme y acariciarlo. Cuando estuvo en casa, se acostumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran favorito de mi mujer.
Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio. Evitaba encontrarme con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de antaño me vedaban maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de hacerlo víctima de cualquier violencia; pero gradualmente -muy gradualmente- llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia, como si fuera una emanación de la peste.
Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue descubrir, a la mañana siguiente de haberlo traído a casa, que aquel gato, igual que Plutón, era tuerto. Esta circunstancia fue precisamente la que lo hizo más grato a mi mujer, quien, como ya dije, poseía en alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros.
El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso temor al animal.
Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera. Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen del patíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!
Me sentí entonces más miserable que todas las miserias humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de producir tan insoportable angustia en un hombre creado a imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella criatura no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a hora de los más horrorosos sueños, para sentir el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso -pesadilla encarnada de la que no me era posible desprenderme- apoyado eternamente sobre mi corazón.
Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí lo poco que me quedaba de bueno. Sólo los malos pensamientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más tenebrosos, los más perversos pensamientos. La melancolía habitual de mi humor creció hasta convertirse en aborrecimiento de todo lo que me rodeaba y de la entera humanidad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó a ser la habitual y paciente víctima de los repentinos y frecuentes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba.
Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompañó al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un golpe que hubiera matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies.
Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. Sabía que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me observara. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos. Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sótano. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de una mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para que lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas.
El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros eran de material poco resistente y estaban recién revocados con un mortero ordinario, que la humedad de la atmósfera no había dejado endurecer. Además, en una de las paredes se veía la saliencia de una falsa chimenea, la cual había sido rellenada y tratada de manera semejante al resto del sótano. Sin lugar a dudas, sería muy fácil sacar los ladrillos en esa parte, introducir el cadáver y tapar el agujero como antes, de manera que ninguna mirada pudiese descubrir algo sospechoso.
No me equivocaba en mis cálculos. Fácilmente saqué los ladrillos con ayuda de una palanca y, luego de colocar cuidadosamente el cuerpo contra la pared interna, lo mantuve en esa posición mientras aplicaba de nuevo la mampostería en su forma original. Después de procurarme argamasa, arena y cerda, preparé un enlucido que no se distinguía del anterior y revoqué cuidadosamente el nuevo enladrillado. Concluida la tarea, me sentí seguro de que todo estaba bien. La pared no mostraba la menor señal de haber sido tocada. Había barrido hasta el menor fragmento de material suelto. Miré en torno, triunfante, y me dije: "Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano".
Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causante de tanta desgracia, pues al final me había decidido a matarla. Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí, su destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el astuto animal, alarmado por la violencia de mi primer acceso de cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir profunda y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso del crimen sobre mi alma.
Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no volvía. Una vez más respiré como un hombre libre. ¡Aterrado, el monstruo había huido de casa para siempre! ¡Ya no volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, y la culpa de mi negra acción me preocupaba muy poco. Se practicaron algunas averiguaciones, a las que no me costó mucho responder. Incluso hubo una perquisición en la casa; pero, naturalmente, no se descubrió nada. Mi tranquilidad futura me parecía asegurada.
Al cuarto día del asesinato, un grupo de policías se presentó inesperadamente y procedió a una nueva y rigurosa inspección. Convencido de que mi escondrijo era impenetrable, no sentí la más leve inquietud. Los oficiales me pidieron que los acompañara en su examen. No dejaron hueco ni rincón sin revisar. Al final, por tercera o cuarta vez, bajaron al sótano. Los seguí sin que me temblara un solo músculo. Mi corazón latía tranquilamente, como el de aquel que duerme en la inocencia. Me paseé de un lado al otro del sótano. Había cruzado los brazos sobre el pecho y andaba tranquilamente de aquí para allá. Los policías estaban completamente satisfechos y se disponían a marcharse. La alegría de mi corazón era demasiado grande para reprimirla. Ardía en deseos de decirles, por lo menos, una palabra como prueba de triunfo y confirmar doblemente mi inocencia.
-Caballeros -dije, por fin, cuando el grupo subía la escalera-, me alegro mucho de haber disipado sus sospechas. Les deseo felicidad y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, caballeros, esta casa está muy bien construida... (En mi frenético deseo de decir alguna cosa con naturalidad, casi no me daba cuenta de mis palabras). Repito que es una casa de excelente construcción. Estas paredes... ¿ya se marchan ustedes, caballeros?... tienen una gran solidez.
Y entonces, arrastrado por mis propias bravatas, golpeé fuertemente con el bastón que llevaba en la mano sobre la pared del enladrillado tras de la cual se hallaba el cadáver de la esposa de mi corazón.
¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio! Apenas había cesado el eco de mis golpes cuando una voz respondió desde dentro de la tumba. Un quejido, sordo y entrecortado al comienzo, semejante al sollozar de un niño, que luego creció rápidamente hasta convertirse en un largo, agudo y continuo alarido, anormal, como inhumano, un aullido, un clamor de lamentación, mitad de horror, mitad de triunfo, como sólo puede haber brotado en el infierno de la garganta de los condenados en su agonía y de los demonios exultantes en la condenación.
Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta. Por un instante el grupo de hombres en la escalera quedó paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos brazos atacaron la pared, que cayó de una pieza. El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba!



El corazón delator
[Cuento. Texto completo]
Edgar Allan Poe
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!
FIN



Nos han dado la tierra
[Cuento. Texto completo]
Juan Rulfo

Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.

Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca.

Hemos venido caminando desde el amanecer. Ahorita son algo así como las cuatro de la tarde. Alguien se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde está colgado el sol y dice:

-Son como las cuatro de la tarde.

Ese alguien es Melitón. Junto con él, vamos Faustino, Esteban y yo. Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atrás. Miro más atrás y no veo a nadie. Entonces me digo: "Somos cuatro". Hace rato, como a eso de las once, éramos veintitantos, pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más que este nudo que somos nosotros.

Faustino dice:

-Puede que llueva.

Todos levantamos la cara y miramos una nube negra y pesada que pasa por encima de nuestras cabezas. Y pensamos: "Puede que sí".

No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos acabaron las ganas de hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno platicaría muy a gusto en otra parte, pero aquí cuesta trabajo. Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca con el calor de afuera, y se le resecan a uno en la lengua hasta que acaban con el resuello. Aquí así son las cosas. Por eso a nadie le da por platicar.

Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve. Ahora si se mira el cielo se ve a la nube aguacera corriéndose muy lejos, a toda prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la desaparece en su sed.

¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?

Hemos vuelto a caminar. Nos habíamos detenido para ver llover. No llovió. Ahora volvemos a caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que llevamos andado. Se me ocurre eso. De haber llovido quizá se me ocurrieran otras cosas. Con todo, yo sé que desde que yo era muchacho, no vi llover nunca sobre el llano, lo que se llama llover.

No, el llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada.

Y por aquí vamos nosotros. Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y traíamos terciada una carabina. Ahora no traemos ni siquiera la carabina.

Yo siempre he pensado que en eso de quitarnos la carabina hicieron bien. Por acá resulta peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora con "la 30" amarrada a las correas. Pero los caballos son otro asunto. De venir a caballo ya hubiéramos probado el agua verde del río, y paseado nuestros estómagos por las calles del pueblo para que se les bajara la comida. Ya lo hubiéramos hecho de tener todos aquellos caballos que teníamos. Pero también nos quitaron los caballos junto con la carabina.

Vuelvo hacia todos lados y miro el llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas lagartijas salen a asomar la cabeza por encima de sus agujeros, y luego que sienten la tatema del sol corren a esconderse en la sombrita de una piedra. Pero nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tapetate para que la sembráramos.

Nos dijeron:

-Del pueblo para acá es de ustedes.

Nosotros preguntamos:

-¿El Llano?

- Sí, el llano. Todo el Llano Grande.

Nosotros paramos la jeta para decir que el llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados casuarinas y las paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama Llano.

Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con nosotros. Nos puso los papeles en la mano y nos dijo:

-No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.

-Es que el llano, señor delegado...

-Son miles y miles de yuntas.

-Pero no hay agua. Ni siquiera para hacer un buche hay agua.

-¿Y el temporal? Nadie les dijo que se les iba a dotar con tierras de riego. En cuanto allí llueva, se levantará el maíz como si lo estiraran.

- Pero, señor delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre en esa como cantera que es la tierra del Llano. Habría que hacer agujeros con el azadón para sembrar la semilla y ni aun así es positivo que nazca nada; ni maíz ni nada nacerá.

- Eso manifiéstenlo por escrito. Y ahora váyanse. Es al latifundio al que tienen que atacar, no al Gobierno que les da la tierra.

- Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada contra el Centro. Todo es contra el Llano... No se puede contra lo que no se puede. Eso es lo que hemos dicho... Espérenos usted para explicarle. Mire, vamos a comenzar por donde íbamos...

Pero él no nos quiso oír.

Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.

Melitón dice:

-Esta es la tierra que nos han dado.

Faustino dice:

-¿Qué?

Yo no digo nada. Yo pienso: "Melitón no tiene la cabeza en su lugar. Ha de ser el calor el que lo hace hablar así. El calor, que le ha traspasado el sombrero y le ha calentado la cabeza. Y si no, ¿por qué dice lo que dice? ¿Cuál tierra nos han dado, Melitón? Aquí no hay ni la tantita que necesitaría el viento para jugar a los remolinos."

Melitón vuelve a decir:

-Servirá de algo. Servirá aunque sea para correr yeguas.

-¿Cuáles yeguas? -le pregunta Esteban.

Yo no me había fijado bien a bien en Esteban. Ahora que habla, me fijo en él. Lleva puesto un gabán que le llega al ombligo, y debajo del gabán saca la cabeza algo así como una gallina.

Sí, es una gallina colorada la que lleva Esteban debajo del gabán. Se le ven los ojos dormidos y el pico abierto como si bostezara. Yo le pregunto:

-Oye, Teban, ¿de dónde pepenaste esa gallina?

-Es la mía- dice él.

-No la traías antes. ¿Dónde la mercaste, eh?

-No la merqué, es la gallina de mi corral.

-Entonces te la trajiste de bastimento, ¿no?

-No, la traigo para cuidarla. Mi casa se quedó sola y sin nadie para que le diera de comer; por eso me la traje. Siempre que salgo lejos cargo con ella.

-Allí escondida se te va a ahogar. Mejor sácala al aire.

Él se la acomoda debajo del brazo y le sopla el aire caliente de su boca. Luego dice:

-Estamos llegando al derrumbadero.

Yo ya no oigo lo que sigue diciendo Esteban. Nos hemos puesto en fila para bajar la barranca y él va mero adelante. Se ve que ha agarrado a la gallina por las patas y la zangolotea a cada rato, para no golpearle la cabeza contra las piedras.

Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desde nosotros como si fuera un atajo de mulas lo que bajara por allí; pero nos gusta llenarnos de polvo. Nos gusta. Después de venir durante once horas pisando la dureza del Llano, nos sentimos muy a gusto envueltos en aquella cosa que brinca sobre nosotros y sabe a tierra.

Por encima del río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de chachalacas verdes. Eso también es lo que nos gusta.

Ahora los ladridos de los perros se oyen aquí, junto a nosotros, y es que el viento que viene del pueblo retacha en la barranca y la llena de todos sus ruidos.

Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras casas. Le desata las patas para desentumecerla, y luego él y su gallina desaparecen detrás de unos tepemezquites.

-¡Por aquí arriendo yo! -nos dice Esteban.

Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo.

La tierra que nos han dado está allá arriba.

jueves, 1 de septiembre de 2011

El texto expositivo

EL TEXTO EXPOSITIVO
Textos de enciclopedias y libros de estudio ;textos de manuales y de revistas de divulgación científica; textos con temas para especialistas...Cuando hemos leído un número importante de estos textos, podemos seguir las ideas que presentan ,como seguimos a los personajes en una novela ,y encontramos ,como en la literatura ,con situaciones previsibles y otras que no lo son. Hacer interesante un encadenamiento de ideas o provocar sorpresa con ciertas informaciones es la forma particular en que estos textos atrapan la atención de sus lectores.
Después de leer un texto expositivo sabemos cosas que antes no sabíamos o ampliamos los conocimientos que teníamos sobre el tema. La función de un texto expositivo es dar información sobre un tema determinado.

LA PURPURA
La púrpura es un colorante que ,en la Antigüedad ,se empleaba para teñir telas de color rojo intenso , reservada para la vestimenta de reyes y emperadores .El color en sí-también denominado púrpura-era símbolo de máximo poderío.Ese tinte se obtenía de una sustancia amarilla que segregan las glándulas de un pequeño caracol llamado múrice que se da en casi todos los mares cálidos .En las playas del Líbano (la antigua Fenicia) se los encuentra aún ,y docenas de muchachos están siempre dispuestos ,a mostrar al viajero curioso ,cómo pede teñirse un paño de lana.
El proceso de obtención es el siguiente: se frota la tela contra la parte trasera del animalito donde están ubicadas las glándulas segregadoras. Se produce, entonces, una mancha amarilla ,que cuando se rocía con jugo de limón ,se transforma ,poco a poco ,en azul ,luego en rojo y finalmente alcanza un tono subido muy intenso.
Los naturalistas han podido averiguar que la obtención de un solo gramo de púrpura costaba la vida de más de diez mil moluscos de las especies Murex brandaris y Murx trunculus.
En nuestros días ,mediante sustancias químicas se puede fabricar púrpura más hermosa y menos costosa que aquella ,que tanto codiciaron los poderosos de la Antigüedad.
GERHARD HERM.
Los fenicios: el imperio de la púrpura en la Antigüedad .Texto adaptado.

*¿Acerca de qué tema se informa en este texto?
*¿Qué datos se dan referidos al tema ?

CARACTERISTICAS DEL TEXTO EXPOSITIVO

En nuestras conversaciones podemos reconocer situaciones que dan como resultado un texto expositivo. Cuando en un diálogo ,uno de los interlocutores se da cuenta de que su oyente no comprende alguna palabra o idea ,se apresura a explicar lo que está diciendo .Y para explicar recurrimos siempre a los mismos mecanismos: definir el sentido de alguna expresión, dar la razón de alguna idea o aclarar con un ejemplo lo que queremos decir.
Los autores de textos expositivos (pensemos en los textos de historia o ciencias que conocemos) se refieren a algún tema y van tratando de cubrir con una explicación todas las informaciones que suponen que el lector ignora o no podrá comprender sin alguna aclaración. Por ejemplo, si en un texto de historia se nos habla de San Martín como el Libertador, es posible que el autor aclare el porqué de este apodo.
Cuando un texto escrito nos da información nueva ,y, además ,se propone una explicación de los datos que presenta ,consideramos que se trata de un texto expositivo .

El texto expositivo es, entonces :

Un texto informativo : Porque transmite información sobre cosas ,seres, sucesos, ideas, teorías ,etc.
Y es un texto explicativo: Porque incluye explicaciones de ese material informativo.

Los datos que se transmiten ,por ejemplo

“la púrpura se fabricaba a partir de la segregación de un molusco”,

se intercalan con explicaciones sobre esos datos:

“...El proceso de obtención es el siguiente: se frota la tela contra la parte trasera del animalito...”

Esta características de los textos expositivos nos permiten reconocer “ideas principales e ideas secundarias”

Definición e información ampliatoria

En los diccionarios enciclopédicos observamos que ciertas palabras tienen una doble entrada : un lugar en que simplemente se las define, y a continuación ,la misma palabra seguida de una explicación que los diccionarios llaman en algunos casos “Nota ampliatoria”.
Veamos un ejemplo:

Xilografía.(del griego xylon ,madera, y grapho, escribir) F. Arte de grabar en madera ,impresión tipográfica con planchas de maderas grabadas.
Xilografía .Nota ampliatoria .Es imposible precisar el origen del grabado en madera ,ya que ni la leyenda determina un punto de partida .Primeramente la usaron los pueblos de China ,India ,Mongolia ,Persia, Corea , y Tartaria y más tarde en Occidente ,la xilografía fue cultivada con habilidad extraordinaria en los monasterios. Este antiquísimo procedimiento de impresión por medio de planchas enteras ,ilustradas o no, grabadas en un bloque de madera ,inspiró la reproducción de los textos por medio de caracteres móviles ,ya que desde muy antiguo, se conocen los signos de escritura de la imprenta tabularia ,esto es, la no tipográfica anterior a 1450.
La xilografía se destinó sobre todo a los libros con más ilustraciones que texto. La madera empleada era el boj , pues se presenta uniforme y compacto.

Estos breves textos expositivos llamados en este caso “notas” suelen ser riquísimos en informaciones interesantes .Hagamos a este texto una serie de preguntas para comprobarlo:
¿Qué es la xilografía? ¿Quiénes usaron por primera vez el grabado?¿En qué lugares se cultiva el grabado en Occidente? ¿Cómo se llamaba la imprenta anterior a la tipográfica? ¿Cuál era la madera que generalmente se usaba para el grabado?
Este sencillo procedimiento nos permite organizar mentalmente sus informaciones para recordarlas mejor.

Los textos expositivos y el conocimiento

Como el objetivo principal de los textos expositivos es llevar al lector al conocimiento de un tema dado , estos son los textos con los que más tomamos contacto a lo largo de toda nuestra vida escolar. Son los textos a través de los cuales estudiamos .Por eso es importante dedicar cierta atención a pensar cómo suelen presentar la información y cuáles son las formas en que incluyen las aclaraciones y explicaciones.
Veamos un párrafo típico de texto expositivo:

Innumerables células sensoriales especializadas en registrar tacto , temperatura y dolor forman la piel de los seres humanos (tema y concepto central) .Las táctiles pueden ser sensibles a la presión ,al contacto ,a las vibraciones o las cosquillas .Las zonas del cuerpo con mayor concentración de células sensoriales son la punta de la lengua y los labios.(información complementaria).

En este caso la información complementaria amplía algún aspecto del tema que está al comienzo del párrafo (en este caso el tema es “células sensoriales”).Pero tengamos en cuenta que el tema de un párrafo no siempre está en la primera oración .Veamos este otro ejemplo:

Otros experimentos parecidos llevados a cabo anteriormente ya habían demostrado este hecho(información complementaria). Las vitaminas ,tomadas en dosis superiores a la indispensable , pueden actuar como medicamentos en determinadas enfermedades(tema y concepto central).Lo mismo ocurre con otras sustancias con ellas emparentadas ,los minerales y los oligoelementos. (información complementaria)

En síntesis

Los libros de estudios, los tratados científicos y cierto tipo de artículos periodísticos ,comparten la intención de ampliar los conocimientos de quien los lee .Por esta razón organizan la información de una forma textual especial que llamamos expositiva.
Exponer consiste en dar informaciones y, paralelamente explicarlas , ejemplificarlas o probarlas de alguna manera.
Un texto expositivo puede informar sobre cualquier tema con diferentes niveles de complejidad , según la necesidad de dar una explicación completa o no, y según se considere que el lector a quien se dirige tiene muchos o pocos conocimientos sobre la materia que trata.
Para comprender lo esencial de un texto expositivo conviene:
1-comenzar echando un vistazo rápido a la presentación de títulos, subtítulos, fotos, gráficos, ilustraciones, etc, para hacerse una idea general del tema del texto ,y
2-tener en cuenta que la división en párrafos no es casual y que ,generalmente ,indica la forma en que se estructura la información.


El texto expositivo
Coherencia – Cohesión


1- Observar por qué los siguientes ejemplos no son textos:
- A mí en la escuela no me gusta mucho si no tengo tarea, pero me gusta también hablar con mis compañeros.

-Hay que decir que sí, que a cualquiera se le puede escapar una palabra. ¿ no?. Bueno, por ahí no a todos, pero todos somos iguales, ¿ no?. Así dicen, por ahí no sea cierto, pero somos bastante parecidos.

2- Leer el siguiente ejemplo en el que se ha alterado la secuencia lógica de las oraciones y ordenarlas para que constituyan un texto.

El maíz- base de la alimentación y de la cultura de los pueblos americanos- se extendió así por todos el mundo.
Llevaron a Europa esa planta , hasta entonces desconocida en esas tierras y se percataron de su valor nutritivo.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a América se sorprendieron del hecho de que una extraña planta de hojas alargadas, cuyas semillas se presentaban en forma de racimo, fuera l base del alimento de los pobladores americanos.

Cohesión

Identificar los siguientes recursos en el siguiente texto:

1-Hiperónimos e hipónimos

Las supersticiones no dejaban vivir a Cristina. Una moneda con la efigie borrada, una mancha de tinta, la luna vista a través de dos vidrios, las iniciales de su nombres grabadas por azar sobre el tronco de un cedro la enloquecían de temor.
Silvina Ocampo. La furia y otros cuentos. Madrid. Alianza.1982.

2- Sinónimos:
Poco después del golpe unitario protagonizado por Lavalle, en medio de una gran confusión y de urgentes aprestos bélicos, hizo su entrada en el puerto de Buenos Aires una embarcación en la que regresaba el General San Martín.
Lavalle, que había servido a las órdenes de San Martín en la Campaña de los Andes, envió unos emisarios ante su antiguo jefe. Le sugirió que, frente a la grave crisis que sufría la provincia, estaba dispuesto a entregarle el mando del gobierno porteño.
El Libertador declinó el ofrecimiento...

Autores varios. Contemporaneidad, Argentina y el mundo. Buenos Aires. A-Z. 1998.

3- Antónimos:
“Pero hay otra ciudad que ni llevo ni quiero llevar al campo. Y es la ciudad odiosa del trajín social, de los cafés, de los casinos y los clubes, de los teatros, de los parlamentos, la odiosa ciudad de las vanidades y las envidias. Huyó de esta ciudad en cuanto puedo. El campo es una liberación.”
Miguel de Unamuno. Andanzas y visiones de España. Madrid, Espasa Calpe, 1964.

4- Repeticiones:
Calle única

Calle única, calle absurda, calle linda. calle para soñar, para perderse, para ir de allí a todos los éxitos y a todos los fracasos: calle de alegría, calle que las vuelve más gauchas y compadritas a las mujeres...calle de olvido, de locura, de milonga, de amor...calle de tango, de ensueño, calle que al amanecer se azuela y oscurece.

Roberto Arlt. Aguafuertes porteñas en Obras Completas, Buenos Aires, Lohlé, 1981.


5- Elipsis:

1. En abril, aguas mil (hay)

Refranero Popular

2. a enemigo que huye... Puente de plata (ponerle)

Militar Gonzalo Fernández de Córdoba

3. "Con estas y con otras leyes y estatutos
nos conservamos y vivimos alegres;
somos señores de los campos, de los sembrados, (somos)
de las selvas, de los montes, de las fuentes, de los ríos (somos)
los montes nos ofrecen leña de balde, los árboles frutos;
las viñas uvas"

Miguel de Cervantes
Figuras Retóricas en Cervantes

4. qué tristeza esta noche, su sola compañía

5. Félix cantaba una canción romántica y sus amigos, (cantaban) unos boleros

6. la (hora) del alba sería

Miguel de Cervantes
Figuras Retóricas en Cervantes

7. yo llevaba las flores y ellos (llevaban) el incienso


Elipsis mal usada: “Una gran oscuridad cayó sobre las casas. Sus habitantes escuchaban el ruido de los extraños seres. Esperaban otra vez el amanecer.”

(¿ Quiénes esperaban el amanecer?)

6- Palabra de referencia generalizada:
“ Los ovnis están por todos lados. Y, para verlos, no hay más que esperar la noche, ubicarse en un lugar abierto y levantar la vista al cielo: con un poco de suerte y bastante paciencia podrán encontrarse con alguno. Pero a lo mejor un ovni lo sorprende absolutamente desprevenido, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Mariano Ribas, Iridium: se vienen los ovnis”. En Página 12, Suplemento Futuro, mayo de 1998.

7- Formas pronominales:
La alcoba de Dulcidio ya no es el feliz santuario donde él reposaba amparado por sus difuntas esposas. Las fotos de ellas siguen allí, tapizando ls paredes de arriba abajo, con sus marcos en forma de corazón y sus guirnaldas de azahares.”.
Eduardo Galeano, Mujeres. Madrid. Alianza. 1995.


8- Conectores:
-Reponer los conectores que se han omitido en el siguiente fragmento. Elegir de la siguiente lista: así. Después. Debido a . por un lado. Con respecto a. Sin embargo. Mejor dicho. Finalmente. Aunque. De esa forma. Además. Pero. No obstante. En consecuencia.

“ El empleo de los animales en el mundo es tan antiguo como el arte mismo. Los cartoonists recrearon la tradición de las antiguas fábulas y humanizaron a los animales al servicio de su arte industrial de su mundo: la ficción.
......................crearon los funny animals, animales antropomorfizados a los que se les ha dado el habla, la facultad de caminar en dos patas y la habilidad del pulgar reversible y su consecuente capacidad para tomar y empuñar objetos.
.........................la fórmula mencionada, se mueven en un territorio donde conviven diferentes niveles de antropomorfismo. .......................están los auténticos humanoides ( Mickey Mouse, Pato Donald, La Pantera Rosa); .......................las caricaturas de animalidad irreductible ( Pluto, Pampero). ............................están las imprevisibles cruzas, personajes que mezclan categorías, pudiendo ser tanto animales como ejemplares caricaturizados de su misma especie ( Bugs Bunny, El Pájaro Loco, Pato Lucas ). .......a tos les sienta el traje de funny animal mientras mantengan la semblanza del animal y los modales humanos.”
Juan Cutro. Y el hombre creó las caricaturas. En Revista Descubrir Nro 73, 1997.

El texto expositivo

LA MEMORIA DEL MUNDO
La primera biblioteca de la que se tiene noticia data del tercer milenio antes de Cristo. Estaba en el interior de un templo de la ciudad sumeria de Nippur. Los arqueólogos descubrieron que diversas habitaciones en ese templo guardaban miles de tablas de arcilla ( el libro en su forma antigua ) y llegaron a la conclusión de que se trataba de una biblioteca. Por supuesto los vecinos de Nippur no la llamarían de ese modo.
La palabra, que viene del latín biblioteca y que a su vez deriva del griego biblioteheke, fue creada recién en el año 1440. Circunstancia que no impidió que desde aquella primera de Nippur se continuaran levantando recintos que más tarde se llamarían bibliotecas.
La encontrada en Tell el – Amarna, por ejemplo, una ciudad egipcia del segundo milenio antes de Cristo, o la que poseía Sardanápalo ( 668-627 a. C. ), el último de los grandes reyes de Asiria, que atesoraba más de veinticinco mil tablas, con transcripciones y textos prolijamente recopilados de templos de todo el reino.
En uno de sus poemas más célebres, Jorge Luis Borges confesaba figurarse el Paraíso “bajo la especie de una biblioteca . Tal vez no el Paraíso, pero toda la cultura de Occidente se atesoró en las grandes bibliotecas que florecieron en Grecia durante el siglo IV a. C. Los textos de Aristóteles, Platón y todo el pensamiento de los filósofos de la época fueron recogidos en papiros y pergaminos y guardados celosamente en esos recintos”.
Revista Conozca más. Nº 109. 1997


-Señalar en “La memoria del mundo” los saberes que quizás ustedes desconozcan y que el texto presupone sin brindar información sobre ellos. Por ejemplo:
¿ Qué importancia tuvieron en la Antigüedad Súmer y Asiria?
¿En qué poema de Borges aparece el verso “ bajo la especie de un biblioteca”?
Luego, investigue los datos desconocidos, esto le permitirá comprender mejor el texto.

El léxico
-El siguiente texto informa acerca de la destrucción de Pompeya pero empleando un léxico connotativo e imaginando cómo fue el último día de esa ciudad.
-Leerlo y subrayar los términos connotativos o expresivos.
-Reescribirlo usando un lenguaje denotativo y limitando los juicios de valor, agregarle un título globalizador.

“El día 24 de agosto del año 79 d.C. se anunció con un sol espléndido y los pompeyanos estaban atareados en sus quehaceres, iban y venían siguiendo la vida frenética que se desarrollaba en la ciudad; no sabían que aquel sol maravilloso lo verían por última vez.
En las primeras horas de la tarde, la cumbre del Vesubio estalló produciendo una explosión espantosa, y de la boca del volcán , un río negro de cenizas y piedras recorrió la ciudad sembrando muerte y destrucción sin perdonar nada ni a nadie. Así, bajo seis o siete metros de tierra quedó sepultada la gloriosa Pompeya.”
Como visitar Pompeya, Pompeya. Falanga. 1994

La sintaxis
-Separar en párrafos breves para que la sintaxis resulte más sencilla:
“ Excepto los religiosos, que asistían a aquella fiesta como a todas las demás ceremonias, todos los invitados, hombres, damas e incluso muchachas, debían acercarse al tonel por turnos para que el patriarca les diera un cucharada grande llena de bebida. Así bebían todo el contenido de la cuchara y echaban las últimas gotas sobre el altar en llamas. Luego los hombres besaban la escultura de Venus; los jóvenes en la mano, los viejos en los pies y las damas hacían una reverencia y pronunciaban unas palabras de agradecimiento. Todo esto había sido organizado de antemano por el mismo zar en persona y era cumplido escrupulosamente por todos porque si no debían pagar una fuerte multa o eran golpeados. También la vieja zarina, cuñada de Pedro, bebió y saludó a Venus porque, generalmente, obedecía a Pedro y aceptaba todas las innovaciones que éste imponía. Pero esta vez , la venerable anciana, que llevaba un oscuro abrigo de piel, experimentó una profunda amargura cuando saludó a la desnuda estatua de Venus. Alexei quiso escabullirse, pero lo descubrieron y lo llevaron a la fuerza y aunque temblaba, se estremecía, sudaba y estaba a punto de desmayarse cumplió el rito bajo la mirada del zar porque temía a Pedro más que a los demonios.”
Merezhkovski ,Dimitri, Pedro el Grande y el Príncipe Alexei, Buenos Aires. Sudamericana, 1995

Distribución de la información ( tema y rema- progresión temática)

El concepto de progresión temática en “La memoria del mundo” se puede sintetizar de la siguiente manera:
Tema conocido: biblioteca
-Información incorporada progresivamente:
• Origen de la biblioteca.
• Las bibliotecas de la Antigüedad
• Las bibliotecas en Grecia, en el siglo IV a. C.


EL FORO
Plaza rectangular de 38 m. De ancho y 142 de largo, flanqueada por dos arcos de triunfo, era el corazón de la vida política y religiosa de la ciudad. Estaba pavimentada con travertinos y cercada en tres de sus lados por pórtico.
Las columnatas más antiguas eran de dos tipos: las columnas , en estilo dórico, hechas en tufo y el aquitraba, en estilo jónico, sobre el cual se apoyaban las columnas del pórtico superior.
En la parte occidental de la gran plaza se puede admirar la tribuna desde la cual se dirigían los oradores al pueblo; en la parte sur se ven algunos zócalos sobre los cuales estaban colocadas las estatuas de los hombres ilustres de la ciudad.
Los edificios públicos que flanquean la parte sur, este y oeste estaban admirablemente escondidos por el pórtico, de modo que el único edificio completamente visible era el templo dedicado a Júpiter hacia el lado septentrional de la plaza.”
Como visitar Pompeya, Pompeya. Falanga, 1994

Escribir de manera sintética la información de “ El foro”.
Tema conocido:

Información incorporada progresivamente:

Conectores

CONECTOR FUNCIÓN
• También,- y, - además :Agregan información
• Sin embargo, pero, en cambio :Objetan parcialmente• Con respecto a - en lo que concierne a ....- En cuanto a -....En tal caso.- Por una parte. -Por otro lado:Precisan lo hablado.
• Contrariamente.-Así-.Del mismo modo.-Igualmente : Comparan información

• En síntesis- Sintetizando- En resumen- En definitiva: Resumen lo expuesto
Entonces- Mientras tanto-.Después- Anteriormente:Indican relaciones temporales
Por eso- en consecuencia- Por lo tanto- Entonces.- Dado que- Como- Debido a – Por ese motivo: Indican causa- consecuencia
• Más exactamente- Es decir- Mejor dicho- En otras palabras- Dicho de otro modo : Repiten o aclaran la información.
• Aunque- a pesar de- Si bien- Aun- No obstante- De todas maneras:Indican aceptación
• Primero- Primeramente. En segundo lugar- Después- Finalmente : Ordenan

-Reconocer en el siguiente fragmento la función de los conectores.

“ En las últimas décadas de este siglo se amplió el debate sobre los derechos de las mujeres. Además, la influencia política feminista no se restringí a las fronteras nacionales. Por el contrario hubo organizaciones internacionales que inscribieron los derechos de las mujeres en sus respectivas agendas, por ejemplo, Las naciones Unidas celebraron la década de la mujer ( 1975- 1985) con conferencias en la ciudad de Méjico, en Copenhague y en Nairobi.
No obstante, en términos generales, se subestimó la importancia pública que habían alcanzado los problemas de las mujeres y la incidencia de los mismos en el panorama político.
En efecto, el surgimiento del feminismo como importante fuerza social requería importantes redefiniciones en los antiguos alineamientos políticos”.

Estructuras

El texto expositivo se puede clasificar en:
• descriptivo
• seriado
• causal
• problema/solución
• comparación/ oposición.
En los siguientes textos identificar las características que los distinguen:


DESCRIPTIVO

Los insectos

Los primeros odonatos, las libélulas del período Carbonífero, fueron insectos que vivieron hace más de 300 millones de años. Los hallazgos fósiles permiten saber que estos animales alcanzaban gran tamaño, ya que podían medir hasta 75 cm.
Actualmente, sus larvas viven en el agua un año como mínimo y son cazadoras, tienen el labio inferior transformado en un apéndice que se dispara rapidísimo hacia delante, capturando la presa. La larva, durante su desarrollo muda varias veces de piel; al final del mismo trepa por el tallo de alguna planta acuática, hasta situarse en el aire; allí aguarda hasta que la cutícula se abre a lo largo del dorso.
Por la abertura formada sale el insecto adulto listo para su primer vuelo y su primera cacería.”
Enciclopedia Combi Visual. Barcelona, 1984.

Características :



SERIADO

“ El documento que firmaron los delegados el 17 de setiembre de 1787 contiene varios compromisos importantes. Primero, bajo la Constitución propuesta, los estados grandes reciben más bancas que los pequeños en la Cámara de Representantes, mientras que los estados pequeños reciben la misma cantidad de bancas que los estados grandes en el Senado. Segundo, la Constitución exigía un cuerpo legislativo
( Congreso) más fuerte que el creado por los antiguos artículos de la Confederación y dos nuevas ramas del gobierno nacional, la Presidencia y las Cortes Federales. Tercero, el documento permite a los estados esclavistas conservar sus esclavos.”
Características :




CAUSALIDAD
“ Con la ratificación de nueve estados, la Constitución se convirtió en la norma básica oficial para el nuevo gobierno de los Estados Unidos. Una razón por la cual muchos estados acordaron la Constitución, es que creaba dos cámaras en el Congreso. Los estados grandes recibirían más bancas en la nueva Cámara de Representantes que los estados pequeños. Los estados pequeños recibirían el mismo número de bancas que los grandes en el nuevo Senado.
Muchos estados querían ratificar la Constitución porque contenía un sistema d controles y balances entre las tres ramas del gobierno: la Presidencia, el Congreso y las Cortes. Estos estados daban al gobierno nacional poderes que antes habían sido suyos. Pero el gobierno nacional iba a operar bajo una clara definición de sus poderes y con una división de sus poderes entre las tres ramas.
Un extraño sistema de contabilizar esclavos dio como resultado el acuerdo de más estados a la Constitución. Los estados poseedores de esclavos podían conservarlos. Pero los estados no esclavistas lograron, al menos, una ventaja. Si los dueños de esclavos no querían liberarlos y tratarlos como ciudadanos, no podían pretender que se los reconociera plenamente al calcular la cantidad de representantes que enviarían al Congreso. ¡ Un esclavo se calculaba como las tres quintas partes de una persona para los cálculos de representación!

Cracterísticas :




PROBLEMA / SOLUCIÓN
“El mayor problema que enfrentaban los redactores de la Constitución de los Estados Unidos era que representaban a grupos e intereses muy diferentes. Querían crear “una Unión más perfecta”, pero ellos mismos estaban lejos de estar unidos frente a muchos problemas. No estaban de acuerdo en cuanto a la conformación del Congreso. Los que provenían de estados grandes, querían tener más representantes que los estados pequeños. Los de los estados pequeños, querían que todos los estados tuvieran la misma cantidad de representantes. No estaban de acuerdo con los poderes del nuevo gobierno central. Los partidarios de un gobierno nacional fuerte no querían que se prolongaran los desórdenes y rebeliones producidos bajo los artículos de la confederación. Los partidarios de los derechos de los estados, querían proteger los poderes de los gobiernos del estado que los había enviado a Filadelfia. No se ponían de acuerdo sobre la esclavitud. Algunos se oponían a ella. Otros insistían en que el nuevo gobierno protegiera la práctica de la posesión de esclavos.
La solución a este problema fue la misma que ha hecho que nuestro gobierno federal funcione desde 1787: el compromiso. Se logra la unidad y se superan las diferencias, si cada cual acepta conceder un poco. Por ejemplo, los estados grandes otorgaron el Senado a los estados pequeños. Los estados pequeños otorgaron la Cámara de Representantes a los estados grandes. Los contrarios a un gobierno nacional fuerte estaban de acuerdo con un cuerpo legislativo más fuerte que el creado por los antiguos Artículos de la Confederación y con dos nuevas ramas del gobierno nacional, la Presidencia y las Cortes Federales. Los partidarios de un gobierno nacional fuerte acordaban con un sistema de “ controles y balances” entre el Presidente, el Congreso y las Cortes. Los contrarios de la esclavitud concedieron a los dueños de esclavos que los conservaran. Los dueños de esclavos acordaron con un sistema que contabilizaba a los esclavos de un modo diferente de los ciudadanos libres, en cuanto a la representación del Estado en la Cámara de Representantes.”

Características :



Comparación / Oposición.

“ Los redactores de la Constitución de los Estados Unidos estaban de acuerdo en varios puntos pero discrepaban también en varios puntos. Todos creían en los Estados Unidos. La mayoría de ellos habían sido dirigentes en la guerra de la Independencia.Les preocupaba que los estados individuales se estuvieran volviendo tan egoístas y miopes que el término “ unidos” correspondiente al nombre de la nación podía no ajustarse a la realidad. Pero todos creían posible el autogobierno, que la gente podía ponerse de acuerdo en los asuntos que afectaban a todos. En otras palabras, el experimento que comenzó el 4 de julio de 1776 valía la pena ser continuado, aun a costa de reunirse y debatir en la asfixiante Sala de Asamblea de la casa de gobierno de Pensilvania en el curso del largo y caluroso verano de 1787. Todos admiraban y respetaban al hombre que habían elegido como presidente de la Convención George Washington.
Pero también había entre ellos diferencias. Algunos delegados eran granjeros, otros eran gente de la ciudad. Algunos provenían de estados grandes y otros de estados pequeños. Algunos eran dueños de esclavos, otros creían que la esclavitud era incorrecta. Algunos habían llegado a la Convención Constituyente para crear un gobierno nacional fuerte, otros estaban allí para garantizar que sus respectivos estados no tuvieran que ceder demasiado poder”

Características :




Reconocimiento de la frase temática
Párrafo 1:
......Freír en abundante aceite caliente.

.....Añada la manteca y las yemas y sazone.

.....Haga con las papas un puré.

....Hacer croquetas de papa es más simple de lo que usted se imagina.

.....Una vez frío, forma las croquetas y páselas por pan rallado y huevo batido.

.....Deje enfriar.

Párrafo 2:

.....La solución ,a veces incomprensible, estaba encerrada en un pesado manual de cientos de páginas.

....Para lograr que una computadora obedeciera, era necesario conocer una complicadísima serie de órdenes.

....Hubo una época en que las computadoras eran aparatos para unos pocos entendidos.

....Un punto de más ,una letra de menos y la máquina quedaba parpadeando sin saber qué hacer.

Párrafo 3:

....Los científicos creen que pronto podrán desarrollar plantas que aprovecharán el nitrógeno del aire en lugar de tomarlo de los fertilizantes.

...Por ejemplo, gracias al alto costo de la obtención de la insulina de fuentes naturales, los científicos han desarrollado un método muy económico de fabricación en el laboratorio.

....La consecuencia inmediata será una mayor producción de alimentos.

...Otra ventaja de la manipulación genética se puede llegar a dar en la agricultura.

....La solución al problema mundial del hambre parece no estar muy lejana.

....La habilidad para crear vida en el laboratorio por manipulación de genes puede ser de gran beneficio para la humanidad.

Unidad del párrafo

1-Los párrafos siguientes contienen una o más oraciones no pertinentes.En cada párrafo encierre entre paréntesis las oraciones no pertinentes.

-Me encanta el invierno en Córdoba porque me permite desarrollar muchas actividades.En los días de sol practico deportes o hago tareas en el jardín. A veces hace bastante calor y entonces doy un paseo por el parque a pie o en bicicleta .Cuando hay viento o hace frío prefiero quedarme en casa a leer, escuchar música o mirar televisión. Mi mamá dice que mirar televisión es una pérdida de tiempo, especialmente en el horario de la tarde por el tipo de programa que dan. Las otras estaciones son lindas también ,pero creo que el invierno es la más agradable.

La creciente popularidad del Autobianchi Y10 en Europa se explica porque tiene todas las virtudes del auto pequeño. Es muy fácil de estacionar y ocupa mucho menos espacio que los autos grandes. Sin embargo, para viajes largos es incómodo por su limitado espacio para pasajeros y equipaje. También ayuda a la conservación de fuentes de energía y al bolsillo del usuario pues consume muy poco combustible. Además viene con airbag lo que constituye toda una garantía de seguridad para el conductor y su acompañante.

2- El texto que sigue no está dividido en párrafos, pero en realidad consta de cinco. Lea el texto completo una o dos veces. Marque con corchetes el comienzo y final de cada párrafo. Subraye la frase temática de cada párrafo.

El Niño

Este fenómeno caprichoso es un verdadero sembrador de calamidades. Entre 1982 y 1983 causó pérdidas globales por más de ocho mil millones de dólares. Provocó sequías en Australia (la peor del siglo).Indonesia, Filipinas, América Central y sur de Africa; huracanes y ciclones en el Pacífico (en Tahití veinticinco mil personas quedaron sin hogar);elevadas temperaturas en ese océano (lo cual hundió la industria de la anchoveta en Sudamérica);inundaciones en la costa oeste de los Estados Unidos, Ecuador, y norte de Perú. Irónicamente el fenómeno fue bautizado El Niño porque su llegada coincide con la Navidad, y/se lo asocia con la aparición de anomalías climáticas en regiones muy apartadas del globo. Empieza con un aumento de la temperatura de la superficie marina en la parte ecuatorial del Océano Pacífico.”La cantidad de calor generado se extiende por decenas de millones de kilómetros cuadrados y decenas de metros de profundidad –señala Hugo Hordij, jefe del Departamento de Servicio Público del Servicio Metereológico Nacional. En el, agua tiene un efecto parecido al de miles de bombas atómicas”.Frente a las costas del oeste de América del Sur toma la forma de una contracorriente marina ecuatorial cálida que avanza hacia Perú, enfrentando y desalojando parcialmente a la corriente fría de Humbold. Aunque los investigadores del tema conocen su existencia desde hace un siglo ,todavía no han logrado dar con la fórmula que les permita predecir su llegada. En setiembre de 1982,durante un Congreso de meteorólogos de Miami E.U., la mayoría de los participantes coincidió en que faltaban unos años para el próximo Niño. Meses después el fenómeno devastaba las costas peruanas. Los métodos para “adivinar” las idas y venidas del Niño varían. Algunos climatólogos se apoyan en modelos físico-matemáticos. Otros alimentan sus computadoras con toda clase de datos atmosféricos y marinos obtenidos en las últimas tres décadas y las comparan con los actuales en busca de indicios sospechosos. El Instituto de Meteorología Max Plancq de Hamburgo, Alemania, cuenta con un superordenador capaz de hacer 16.000 millones de cálculos por segundos. El objetivo de los investigadores germanos es averiguar si existe alguna relación entre el efecto invernadero y el Niño.¿Lograrán develar el enigma los científicos? El Niño es uno de los pocos fenómenos que ayuda a los meteorólogos a anticipar ,a escala planetaria, el clima de los próximos meses. Por supuesto el interés no es sólo científico. De la exactitud de las respuestas dependen millones de vidas humana




Pautas básicas para leer textos

Realizar una primera lectura exploratoria o global para anticipar o predecir el
propósito para el cual fue escrito y anticipar también su contenido.
Esto implica:

a) Leer el título y subtítulos. Anotarlos. Leerlos en forma conjunta y buscar una lógica.
b) Leer el primer párrafo y el último. Subrayar lo considerado esencial.
c) Mirar los gráficos e imágenes, así como sus títulos y notas.

d)Completar la lectura exploratoria con una lectura más detallada de cada párrafo. Se pueden separar con llaves para su mejor identificación. Buscar el significado de las palabras desconocidas.

e) Subrayar la información que se retoma párrafo a párrafo, puesto que constituye la información más importante, llamada también frase temática. Esto permite reconocer el tema del texto. Para reconocer acertadamente la frase temática de cada párrafo se debe tener en cuenta que la información puede aparecer reiterada con la misma palabra, bajo la forma de un sinónimo.

f) Colocar entre paréntesis en cada párrafo, la información que puede omitirse por ser accesoria.

g) Titular cada párrafo con oraciones claras y precisas, que reflejen la nformación
subrayada en la frase temática.

h) Relacionar los títulos de todos los párrafos y escribir a partir de la expansión de ellos, utilizando conectores, el tema o macroestructura del texto.

i) Identificadas la macroestructura, la microestructura y la superestructura, identificar conocimientos más abstractos que pudieran ser usados en el futuro.